El primer sabor que recuerda fue una zanahoria. El primer olor, un limón cortado por la mitad. Recuerda que lloró cuando descubrió la distancia. Y recuerda que una mañana ocurrió el descubrimiento de la sombra. Aquella mañana, él vio lo que hasta entonces había mirado sin ver: pegada a sus pies, yacía la sombra, más larga que su cuerpo. Caminó, corrió. A donde él iba, fuera donde fuera, la perseguidora sombra iba con él. Quiso sacársela de encima. Quiso pisarla, patearla, golpearla; pero la sombra, más rápida que sus piernas y sus brazos, lo esquivaba siempre. Quiso saltar sobre ella; pero ella se adelantó. Volviéndose bruscamente, se la sacó de adelante; pero ella reapareció por detrás. Se pegó contra el tronco de un árbol, se acurrucó contra la pared, se metió detrás de la puerta. Donde él se perdía, la sombra lo encontraba. Por fin, consiguió desprenderse. Pegó un brinco, se echó en la hamaca y se separó de la sombra. Ella se quedó debajo de la red, esperándolo. Después supo que las nubes, la noche y el mediodía suprimen a la sombra. Y supo que la sombra siempre vuelve, traída por el sol, como un anillo en busca del dedo o un abrigo viajando hacia el cuerpo. Y se acostumbró. Cuando él creció, con él creció su sombra. Y él tuvo miedo de quedarse sin ella. Y pasó el tiempo. Y ahora, cuando se está achicando, al cabo de los días de su vida, tiene pena de morirse y dejarla sin él. Eduardo Galeano
Historia de la sombra
ResponEliminaEl primer sabor que recuerda fue una zanahoria.
El primer olor, un limón cortado por la mitad.
Recuerda que lloró cuando descubrió la distancia.
Y recuerda que una mañana ocurrió el descubrimiento de la sombra.
Aquella mañana, él vio lo que hasta entonces había mirado sin ver: pegada a sus pies, yacía la sombra, más larga que su cuerpo.
Caminó, corrió. A donde él iba, fuera donde fuera, la perseguidora sombra iba con él.
Quiso sacársela de encima. Quiso pisarla, patearla, golpearla; pero la sombra, más rápida que sus piernas y sus brazos, lo esquivaba siempre. Quiso saltar sobre ella; pero ella se adelantó. Volviéndose bruscamente, se la sacó de adelante; pero ella reapareció por detrás. Se pegó contra el tronco de un árbol, se acurrucó contra la pared, se metió detrás de la puerta. Donde él se perdía, la sombra lo encontraba. Por fin, consiguió desprenderse. Pegó un brinco, se echó en la hamaca y se separó de la sombra. Ella se quedó debajo de la red, esperándolo. Después supo que las nubes, la noche y el mediodía suprimen a la sombra. Y supo que la sombra siempre vuelve, traída por el sol, como un anillo en busca del dedo o un abrigo viajando hacia el cuerpo. Y se acostumbró. Cuando él creció, con él creció su sombra. Y él tuvo miedo de quedarse sin ella. Y pasó el tiempo. Y ahora, cuando se está achicando, al cabo de los días de su vida, tiene pena de morirse y dejarla sin él.
Eduardo Galeano
Felicitats per la foto i per el texte vinculat. Recorda el temps en el que et tornes transparent i ja gairebe no troves la teva ombra.
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